La dura tarea de reconciliarse con el pasado.

Llegó la hora de volver al mundo real, la magia que descubrimos entre Howards, los dinosaurios y los robots nos alcanzó para hacernos el firme propósito de volver.

Cuando lo hagamos estaremos sanos, Gabriel podrá caminar por todo el parque sin necesitar un cochecito y podrá comer también todo lo que quiera, recorreremos los parques que nos faltó conocer y lo haremos hasta el anochecer, disfrutaremos de las piscinas, los eventos artísticos y todo cuanto por su salud nos abstuvimos, pero volveremos, como siempre juntos los cuatro mosqueteros.

wp-1508104735666..jpgYa en el país, mis recuerdos recorren la sucesión de eventos como si apretases el botón que tiene dibujado los dos triangulitos que apuntan hacia el lado derecho del control remoto, exacto, como en cámara rápida.

Sé perfectamente que no fue así.  Eso se lo debo a nuestro prodigioso cerebro, capaz de reprimir o evitar revivir dolores tan fuertes como los de esos últimos meses antes del trasplante.

Sin embargo, estoy consciente que, si no hago, si no intento explorar esas emociones esta terapia se quedaría ahí, por otro par de años hasta que algo similar se repitiera en mi vida y tuviera que volver atrás nuevamente.

No fue fácil ver como mi hijo se deterioraba y lo perdíamos entre la lentitud y corrupción del sistema de salud público y privado.

Nuestros sueños de operarlo en EEUU cada día estaban más lejos por el tema económico, en esto debo ser sincera al decirles que por un momento pensé que sería fácil juntar $350.000.

Siempre me sentí amada, rodeada de mi familia no me faltó nunca nada, como les dije incluso nunca fue mi prioridad socializar o profundizar en amistades porque dentro del amor de la familia todo estaba cubierto, excepto esto.

Me refiero a que por un instante pensé que entre todos podríamos juntar dicha cantidad, quizás vendiendo o hipotecando una propiedad, renunciando a o vendiendo un auto, no sé, me imaginé que desde la familia saldría todo para darle una segunda oportunidad de vida a mi hijo.

Eso no sucedió así y no sucede así, tus familiares son como cualquier persona, tienen vidas, deudas, proyectos, ahorros y o propiedades que no son susceptibles a sacrificios por otros, aunque algunos discreparán yo lo entendí así, en su momento me dolió y me cortó el corazón en mil pedazos darme cuenta que mi hijo era el otro.

Tiene que existir una característica muy escasa en una persona para ser capaz de quedarse sin algo o sin nada por darle a otro lo que requiere o necesita, eso se llama altruismo, lo vivimos generalmente por nuestros hijos y en unos pocos casos con nuestras parejas.

Pese a que no todo ser humano logra alcanzar este absoluto desprendimiento de sí llamado altruismo hay personas que nacen con ello, en mi memoria tengo recuerdos de algunas amistades que cuando llovía eran capaces de quedarse desnudas con tal de evitar mi siguiente amigdalitis, hasta antes de conocer esta palabra yo decía que eran personas buenas, exageradamente despreocupadas de sí mismas que buscaban constantemente el bienestar de los demás y nunca el propio, hasta cierto punto me enojaba que nunca vieran por sí mismas.

Hoy esas amistades están haciendo lo suyo dentro de la selva, en lugares recónditos donde no llega nada excepto su deseo de dar o están en trabajos que les permiten servir y ayudar desmedidamente, lástima que sean tan pocos y que esta característica sea tan escasa incluso para mí, porque a pesar de todo lo que he vivido no la he conseguido.

Y solo gracias a esta experiencia puedo realmente valorar a los seres que pudiendo disfrutar de su tiempo, su riqueza, sus ideas etc. Donan todo eso con gusto y ánimo a quien lo necesita y hasta al que no.

Ya antes les hablé de personas que fueron verdaderos ángeles en este camino, fueron también altruistas que nos donaron su tiempo, esfuerzo, creatividad y dinero por la causa.

No se atrevieron nunca a dudar ni por un momento del proyecto que queríamos alcanzar o de mi cordura mental o emocional.

El problema con la familia quizás es ese, la sobre expectativa que yo había generado de ellos, a pesar de mis años, siempre había estado sobre protegida viviendo en lo que una amiga muy querida llama «la burbuja rosa» eso había alimentado en mí una exagerada expectativa de los miembros de mi familia.

Seguro muchos se resentirán al leerme y otros lo tomarán con la sabiduría de los años ywp-15516665099685861780689339297178.png la experiencia, lo sé.

Claro que como en todo uno debe tratar de separar con pinzas las acciones y personas que siendo familia se diferenciaron de este grupo y fueron sumamente empáticos con mi causa y de diferentes formas lograron ser ese cielo que necesitábamos todos y los nombraré poco a poco en lo que viene de esta historia.

A ellos los tengo en muy alta estima y tal como a la cantidad de extraños que nos ayudaron, no alcanzaré nunca agradecerles todo lo que hicieron por nosotros.

No dejas de amar a tu familia por no responder como tú esperas en una situación así, por el contrario, ahora logro ver de ellos más de lo que antes a simple vista creía que eran.

Pensé en cada uno y las razones que los llevaron actuar de una u otra forma y eso me obligó a amarlos como son y no como yo creía que debían ser.

(Nota importante en la relación de pareja, experiencia que de pasó también sirvió para comprender que el otro, tu pareja, no debe actuar como tu crees que debe hacerlo.)

Entre otras cosas valiosas, al fin empezó a suceder ese desprendimiento y corte definitivo de cordón umbilical que en mi caso se venía retrasando.

Quitarte el vendaje de la expectativa, te permite entre otras cosas no revirarte el hígado cuando alguien de la familia no actúa como tu quisieras, es aquí cuando empezó ese proceso de tolerar y aceptar verdaderamente al otro tal como actúa, guardarle cariño y buenos sentimientos actúe o no como pensamos debería ser y sobre todo mantener esos buenos sentimientos a pesar que decidas tomar distancia o no de ellos.

Finalmente, el tiempo que pensamos tener en nuestras manos se disolvió como espuma, era ya enero del 2015 y mi hijo no era nada de quien fue, sus médicos dijeron que ya era necesario iniciarle diálisis peritoneal y como todo el sistema nos empujaba a eso, era lo más fácil de hacer y yo no lo permitiría.

También todo el esfuerzo de amigos y familiares rindió frutos y habíamos logrado cerca de $45.000 entre impuestos para sacar el dinero del país y otros tantos para ingresar el dinero a Chile y es que decidimos hacerlo todo legalmente a través del sistema bancario, a esas alturas perder el dinero intentando llevarlo en el bolsillo era un riesgo que no valía la pena correr.

Sobre esto hay una anécdota chocante, pues en el 2017 el SRI noto que en el año 2015 recibimos en nuestra cuenta 18.000 dólares más de lo que ganamos y no pagamos impuestos de ello así que muy tarde sin notificación alguna, ya cuando habían iniciado todo un proceso legal nos enteramos que teníamos que pagar cerca de $4000 dólares al estado.

$4000 dólares por pagar impuestos para sacar e ingresar legalmente un dinero a otro país, $4000 dólares por la «excelente» atención en salud que ofreció mi país a mi hijo cuando lo necesitó, $4000 dólares de castigo por recibir donaciones a través del sistema bancario, pagado tasas e impuestos de ley.

Finalmente nos endeudamos con mis padres una vez más para pagar esta injusticia porque según expertos en el tema, antes que meternos a explicar el porqué del dinero y justificar su uso era mejor pagar y salir del problema.

Ciertamente, con todo lo que solíamos tener encima cargar una cosa como estas hubiese sido desgastarte económica y emocionalmente. Pagando en cuotas por una eternidad sería la salida menos frustrante.

En fin, regresando al 7 de febrero del 2015 tomamos un avión con rumbo a Santiago de Chile. No se imaginan con cuanta expectativa y temores cargábamos con esas maletas.

Llevamos un equipaje medianamente abultado porque pensamos en la posibilidad de iniciar una vida allá si era necesario.

Habían pasado por lo menos 36 años desde que mi madre había hecho el mismo viaje, pero al revés, ella también tomo en su corazón un país extraño por amor, ella también salió de su país empujada por el temor y ella también llego a este país llena de expectativas y temores tratando de reencontrar y conectar con su familia dispersa en un principio por el mundo y que finalmente se estableció en el entonces poco conocido Ecuador.

La historia se repetía una vez más en mi familia, ahora era yo quien buscaba seguridad, ahora era yo quien quería recuperar lo que estaba perdiendo, pero en esta ocasión debía ser diferente, yo tenía que cambiar el matiz, de lo contrario estaríamos condenados a repetir este dolor.

Entonces dirán: ¿Pero si lo que su madre vivió hace tantos años no tiene nada que ver con la situación que ahora la aqueja?

Tenía absolutamente todo que ver.

Todo empezó a tener sentido gracias a una de estas maravillosas personas que la vida me puso en frente, su nombre es María Clara, en su infinita sabiduría exploró junto a mí una serie de miedos que traía en mi sangre y no desde mi nacimiento, tenía un sin fin de cosas que arrastraba desde mis ancestros y casi todas no eran mías.

Y en este punto tengo explicaciones de esto para todos los gustos.

Por un lado podemos obtener estos traumas o temores de nuestra misma sangre, de lo que se habla son cargados en una memoria genética, que por lo tanto es una herencia que si o si nos puede llegar a nuestras vidas, incluso desde nuestros tátara abuelos o quizás desde mucho más atrás, diría que es parte de la memoria de nuestra especie, donde guardamos los recuerdos necesarios para evolucionar y sobrevivir.

Por otro lado, está lo del aprendizaje, obviamente la madre de la mamá de mi madre, después mi abuelita a mi mamá y por ende mi mamá a mí en su comportamiento y conducta durante mis primeros años de vida insertaron una serie de aprendizajes que aunque ellas no se dieron cuenta, eran dañinos terminaron siendo tóxicos y letales en las siguientes generaciones.

Y por qué no sumarle a los que creen en lo esotérico también, alguna cosa de otras vidas, los mismos traumas y problemas no resueltos en otras vidas nos persiguen hasta nuevas vidas.

No importa desde que perspectiva lo quieras ver, el no tratar tus problemas y traumas en esta vida favorece para que tu progenie enferme o sufra.

Finalmente, la mayoría de nosotros se niega a explorar otra vida que no sea la que nuestros padres nos enseñaron que debíamos vivir, solo los que se atreven a romper el molde, aquellos que deciden ver e indagar aquello que ocultamos o que no es consciente son los que consiguen sanar personalmente y sanar a sus descendientes.

Ya hay de estos locos maravillosos, que hace muchos años promueven temas de descodificación o nos dicen que el cáncer se puede curar, que casi todas las enfermedades son generadas por nuestras emociones etc.

Y yo les creo, en la mayoría de casos creo que así es, me ha pasado no solo en mi vida sino en la de algunos pacientes o personas a mi alrededor.

Cuando alguien viene con una nueva enfermedad o experiencia traumática me toma solo unos minutos de observación y unas cuantas preguntas para entender que su enfermedad tiene historia, muchos ni siquiera se percatan de la exploración que estoy haciendo en sus vidas con mis preguntas, porque están muy inconscientes de lo que arrastran.

La mayoría tiende a creer que esta enfermedad los asalto de improvisto, nunca imaginaron que podrían enfermar de algo así.

Pero cuando indagas en sus emociones y escuchas sus discursos te das cuenta que esa enfermedad no existiría si tomaran sus emociones y pensamientos tan enserio como lo hacen con su situación financiera, salud física o su educación.

Mientras volaba a Santiago, me inundaba una emoción suprema el pensar que mi hijo recibiría al fin los mejores cuidados y tratamientos para su recuperación y por otro lado se me removían las tripas, pensando que yo en cambio volvería al país que a mi madre le provocaba sentimientos tan contradictorios que van desde excesivo amor hasta repudio en algunas ocasiones.

Aunque alguna vez incluso pude intentar vivir y estudiar en él, no lo hice por dos razones: deseaba estar cerca de mis padres precisamente por el temor a repetir la historia de que mi familia se distancie por miles de kilómetros y también por un inconsciente rechazo que sentía hacia mi país materno, generado precisamente de la dicotomía en la que viví a mi madre sobre su patria.

Me he topado con algunos Chilenos por derecho, que es lo que somos mis hijos y yo, es decir hijos de Chilenos que nacimos fuera de Chile durante la dictadura.

Ellos también me han comentado cosas similares a mi historia, coincidimos muchos en el carácter inauditamente fuerte de nuestras madres y su forma de criarnos fue muy similar.

Puede ser y no lo aseguro por no generalizar ni herirlas, pero creo que al haber sido lastimadas como lo fueron con la durísima realidad que tuvieron que vivir que debieron entonces encontrar una y mil formas de sobrevivir al destierro, la violencia, la separación de sus seres amados, etc.

Y entonces debieron enseñarnos a su vez a sobrevivir a nosotros sus hijos, muchas no se dieron cuenta que ya estaban a salvo, que ya podían relajarse y nos heredaron entre tantas cosas un sin fin de temores y programas de sobrevivencia que hoy al no ser necesarios nos provocan sufrimiento.

Este mismo ejemplo lo encuentras en otras familias donde el tema no ha sido la sobrevivencia de una historia como la de Chile, las encuentras donde hubo abusos sexuales, pobreza extrema, abuso físico, abandono, muertes violentas, etc.

En todos esos casos se activó el chip de la sobrevivencia y nadie lo apagó.

Entonces existimos en este espacio una generación de seres lastimados por la historia de los que nos antecedieron y la seguimos heredando a los que nos suceden.

Así entonces la vida me estaba poniendo en una situación dura y similar a la que vivieron mis ancestros, es aquí donde entra tu genialidad, tu poder de decisión para hacer las cosas diferentes desde el sentir consciente.

Desde que bajamos del avión, yo tome la decisión de amar Chile, la tomaría como mi patria y me dije:

Lo que mi madre haya dicho o hecho con respecto a este país no tiene que ser lo que yo piense o haga en él, esta es una nueva oportunidad y voy a escoger lo que quiero ver y creer, conoceré a mi familia, a mi gente y su territorio a través de mis ojos y mis sentidos, equilibraré lo mejor posible mis emociones.

Utilizaré las hermosas historias familiares que me contaba mi madre cuando yo era una niña, sobre todo los veranos de playa con tantos de sus primos, el mote con huesillo que le daba mi abuelo en la alameda cuando salían juntos, parque Italia y la casa donde creció andando en una bicicleta más grande que ella, su campus universitario, su escuela, el zoológico, el metro y todo cuando encendía mis pupilas y aceleraba mi cabecita con miles de imágenes creadas por sus relatos cuando niña .

Le sumaré los recuerdos de mi visita siendo adolescente y donde mi abuelita aún con vida me llenó de atenciones y cariños, me hizo caminar en un frio del carajo que nunca antes había vivido, a través de sus calles y por su barrio, halándome porque siempre fui muy vaga para caminar y en Santiago se camina mucho, en principio porque existen veredas, aunque lo cierto es que a veces por darme el gusto por poco que faltara para llegar a su casa me llevaba en taxi.

Tenía tantos recuerdos a favor que no podía dejarme llevar por lo negativo, aquí empezaba mi reconstrucción, desde la raíz, no todos tienen esta oportunidad en sus vidas y yo la tenía frente a mí, incluso para vivirla de la mano de mis hijos y mi esposo.

Las piernas me temblaban mientras arrastraba el pesado equipaje, estaba ansiosa. Para entonces ya me parecía excesivo todo lo que llevamos.

Les conté que nos desprendimos de todo cuanto pudimos con suma facilidad en Ecuador y ahora pienso que para iniciar una nueva vida los equipajes pesados están de más.

Alce mi vista hacia el final de la salida, allí esperaban los dos, acalorados por el salvaje verano que tampoco había conocido nunca antes, estaba mi tía Juanita y mi primo Galo esperándonos, dos seres infinitamente amorosos y generosos, las piernas dejaron de temblarme y en un solo abrazo se fundió un sentimiento de incondicional apoyo para todo lo que venía.

wp-15534737720424748952261801085445.pngNo estaba en un nuevo país buscando un nuevo destino, no estaba de visita, estaba en mi hogar, había llegado también a mi casa, había vuelto por lo que un día perdí y se me negó.

Tal como escuche de niña y gracias a mí madre, una y otra vez en aquella canción de Inti Illimani yo estaba de vuelta:

“Vuelvo hermoso, vuelvo tierno,
vuelvo con mi espera dura.
Vuelvo con mis armaduras,
con mi espada, mi desvelo,
mi tajante desconsuelo,
mi presagio, mi dulzura.
Vuelvo con mi amor espeso,
vuelvo en alma y vuelvo en hueso
a encontrar la patria pura
al fin del último beso”

Yo no viví ese dolor, yo no fui parte de esa historia o jugué algún papel en ese entonces, por el contrario, yo soy de la generación que fuera de su país REVIVIÓ una y otra vez ese dolor a través de la añoranza y dolor de sus padres.

Aquí llegaba yo, con mis ancestros a mis espaldas, mis temores, mis enfermedades, mis enfermos y un deber: devolver a cada quién sus pertenecías, tal vez por eso el equipaje pesaba tanto, necesitaba entonces saber con qué cargaba yo o quizás solo con que quería cargar yo.

 

 

 

 

 

 

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