
El silencio después de la tragedia.
El silencio en la espera.
El silencio frente a una pregunta sin respuesta.
El silencio de él que no tiene más que decir.
El silencio del que lo observa todo.
El silencio de un alma molida a golpes y que espera la siguiente abatida…
Nunca me he sentido totalmente experta ni realmente preparada a la hora de escuchar a mis pacientes, siempre me asombra la capacidad de sobrevivencia que tienen ellos y las habilidades que genero yo a medida que sus historias impactan en mi vida.
Alguna vez un paciente que había hecho una denuncia por violencia y acoso de parte de su ex enamorada me hablaba sobre “el silencio que percibía entre cada ataque”
Ciertamente estas denuncias son muy escasas debido a que cuando es un varón el atacado o la víctima, es juzgado jocosamente por su intención de poner fin al maltrato de forma íntegra o legal o a su vez, su queja es desestimada porque nadie esta dispuesto a creer que un hombre que posee mucha más fuerza y “libertades” para responder a la violencia con violencia haga todo lo contrario y acuda a pedir ayuda y protección a las autoridades.
Y aunque es un tema profundo y supremamente interesante no es sobre lo que iba esta historia.
Pero su relato hoy me es tan familiar y lo siento tan mío pese a que se desarrolla en otro contexto.
Más o menos su relato iba sobre que entre ataque y ataque solía existir un momento de silencio el cual nunca sabía cuanto duraría, me contaba que era más fácil suponer el siguiente ataque cuando tenían una relación pues siempre había un detonante y ante su presencia él ya era capaz de suponer que ella lo atacaría sin embargo ahora que no estaban juntos existía esta suerte de espera silenciosa, en la que deseaba no ser visto o percatado por la atacante para que todo siguiera así, sin que este silencio se rompiera.
De pronto ella rompía su quietud y silencio en cualquier lugar, frente a cualquiera y no importaba que estuviese haciendo, cuando ella irrumpía él sentía frustración e impotencia de no poder evitar nada del daño que ella quisiera hacerle.
Pese a que en ese entonces fui muy empática con él y su relato, no lograba dilucidar de que se trataba realmente ese silencio.
“Ya no tengo ilusiones de que se disculpe por todo el daño que me ha hecho, solo quiero que no me busque más, que desaparezca de mi vida para yo poder rehacer mi vida, si le dijera doctorita he pensado en que la única forma que ella no me busque más es que yo me muera”
Para entonces yo analizaba sus pensamientos suicidas que concordaban con la situación relatada y etc. Es decir, yo seguía su discurso mientras hacía mi trabajo.
Y bien, aquí y ahora tal vez una década después de ello su sentir volvió a mí como un golpe seco en la nuca, de golpe pude entender porque querría desaparecer, porque querría morir con tal de que no me encuentre otra oleada de violencia.
Voy a decirlo por una única vez cual si fuera mi presentación en un grupo de apoyo:
¡Soy Jimena, tengo casi 39 años y la vida me maltrata, tengo repetidos pensamientos de no querer vivir más y estoy aquí porque quiero mejorar!
Vaya a ver usted si pese a mi confesión la vida esta dispuesta a dejarme en paz, quizás es esta novia desquiciada de la que nunca podré escapar, le temo, porque me mira a través de la rendija de la puerta, me controla el tiempo que paso en cama, se da cuenta si hice o no mis tareas durante el día, me acosa cobrándome facturas desmedidas, no pasa mucho tiempo que vuelve brutalmente hacía mí y me golpea una y otra vez.
Antes cuando me envestía solía ser más considerada, procuraba no dejarme marcas físicas, sin embargo, hoy eso ya no le importa, cada vez que veo mi cuerpo y mi cara en el espejo hago un recuento de los daños.
Me pregunto si con otros se ensaña de igual forma (y es que, si lo hace, lo veo a diario en los noticieros) seguramente estoy inmersa en el síndrome de Estocolmo, cuando no me esta maltratando me siento plena y feliz, la disfruto trato de pensar que es buena y nunca volverá a dañarme, pero siempre lo hace.
Entonces díganme, como hace uno para poner fin a esta relación tan tóxica, si uno puede poner distancia o cortar definitivamente con cualquier relación sobre la faz de la tierra, excepto la que tienes con tu vida.
A pesar de pensarlo como un escape, terminar con ella no esta en mis planes, partiendo de ahí que puedo hacer entonces.
Otra vez ese silencio que no me deja dormir.
Y es que no puedo hacer nada, ni esta vez, ni la siguiente. Cuantas veces ella quiera revolcarme aquí estaré yo sin poder hacer nada.
El asunto con el maltrato es que sabemos que las victimas pueden morir a manos de su agresor, el tema con la vida es que todos sabemos ¡que no saldremos con vida de ella! Ja.
Pequeño chiste negro para romper el hielo…
En fin, el silencio nuevamente.
Y es que si me rio muy alto podría venir por mí y desdibujar mi sonrisa de un solo bofetón.
A nadie le gustan las víctimas, he visto como prefieren apoyar y defender a desalmados que, a las víctimas, siempre se le pide a la víctima que mejore, que ponga de parte y deje de serlo. Mientras al victimario como mucho se lo castiga, pero nadie nunca le pide que cambie y deje de ser lo que es.
A la evolución de las especies tampoco le gustas las víctimas porque son débiles, sobrevive el más fuerte o el más capaz de adaptarse. Sencillamente caer por un segundo en la posición de victima te restará cientos de posibilidades.
Y ahora ¿Si no quiero ser víctima de la vida? No es que me crea muy fuerte o inteligente en extremo, pero quiero estar en la lista de sobrevivientes, no me interesa perderme en la historia sin haber sentido esa paz de tener a tus seres amados con vida y saludables, a tu lado por largos años, ver a tus hijos crecer y desarrollar sus sueños, mientras tanto estar ahí por si te piden una mano, pero definitivamente que ellos puedan crecer y disfrutar de una vida agradable sin el dolor de la enfermedad o la perdida constante.
El silencio está aquí.
Qué más da, cuanto lo diga o lo grite en mi interior, no podre saber si la vida estará de acuerdo o no con mi deseo. Quizás me de un sopapo por si quiera pensarlo, pero puede ser que por un milagro ella quiera lo mismo que yo y después de tanta locura y toxicidad en nuestra relación logremos un feliz acuerdo para vivir en paz.
Finalmente, y si te preguntas que estoy haciendo, no estoy haciendo nada, estoy siendo paciente. Porque todo lo que tenía que hacer ya lo hice, más de lo que debía dar ya lo di y sin embargo mientras soy paciente también he seguido buscando que hacer para no quedarme atrás, en secreto he seguido soñando para no dejar de vivir.
Solo me queda esperar que mi Padre se apiade una vez más de mí, siento que me sostiene porque no me falta nada ni nadie, pero se niega a darme esa única cosa que me haría completamente feliz, en este punto creo que nada humano cambiaría lo que esta pasando, solo un milagro.
Y otra vez, el silencio.