Y…¿Cómo llegas a la luna?

El viaje a Rosario «no curo» más bien hundió el dedo en la llaga, removió y escarbó las cenizas de lo que creí estaba superado y si bien no nos curó empezó a sanarnos el alma, quedó atrás la culpa y se despertaron nuevos deseos, permisos e ideas, entre todo eso también llego el momento de afrontar la rutina de un nuevo año escolar.

En el caso de Cisne era simple que continuará con su educación, pero en el caso de Gabriel teníamos algunas dudas sobre si valía la pena gastar en matrículas, pensiones, uniformes y lista de útiles.

Esta fue una duda que duro muy poco, más bien fue un chispazo que Julio y yo nos respondimos pegándonos un golpe en la cabeza por la torpeza de si quiera de pensarlo.

Nuestra idea consciente era que nuestro hijo estaría bien y debía intentar a como de lugar seguir con una rutina, un objetivo que lo impulsará a levantarse cada día.

Hasta cierto punto nosotros los adultos podemos encontrar una serie de posibles motivaciones para argumentar y que a su vez nos obliguen atarnos a la vida, los hijos, los padres, la familia, los momentos felices del pasado, el trabajo, lo material y lo inmaterial como la responsabilidad, el amor y la amistad, todos pueden en un momento dado darte suficiente fuerza para atarte un día más.

A los 7 u 8 años además de decir: hazlo por tus padres, tus hermanos te aman tanto o intentar plantear un maravilloso futuro lleno de esperanza, el cual no ha visto ni probado por lo tanto le es incierto o improbable y más bien el presente se le ha dado con rigurosas pruebas que conllevan dolor y perdida de confianza en quienes lo atienden y rodean, me hace creer que ellos, los niños, están más cerca del cielo que de las ataduras materiales y emocionales de la tierra.

Aunque no lo deseara y procurase que él no pensara negativamente, llegaban esos momentos negros en que sentía literalmente que se me vaciaba el vientre:

¡Mami ya no aguanto más! no quiero que me hagas ni un tratamiento más.

¡Mami no avanzo! porque no solo me dejas… déjame solo dormir.

¡Mami porqué no dejas de hacerme tantos tratamientos no quiero nada más!

Mami… Tengo miedo de morirme

Ma… Entonces, déjame morir.

A veces se emocionaba por asistir a la escuela, otras tantas cuando el ambiente se ponía pesado no quería saber nada. Hacía como sea sus tareas, pero solo faltaba cuando teníamos citas medicas o estaba muy muy debilitado.

Sus faltas cada vez fueron más constantes y evidentes para sus compañeros de clase.

Fue entonces cuando la mamá del mejor amigo de mi hijo y hoy una entrañable amiga llamó a mi teléfono.

Quería saber porque faltaba Gabriel, si era cierto lo que su hijo le había contado, y por lo cual estaba también preocupado. Deseaba ayudarme.

Fue ella la que me hizo despertar en un aspecto que no había tomado en cuenta.

No había hablado con nadie de esto, no había oficializado mi búsqueda de ayuda, estaba estancada en el miedo del qué dirán, ocultándolo tras una cortina de soberbia que decía «nosotros podemos con esto solos»

Su generosidad y absoluto interés en el bienestar de mi familia me tomo por sorpresa.

Hasta entonces no pensaba que a alguien si quiera le importaba lo que estábamos pasando, yo envié notas a sus maestros, fui a reportar al colegio la situación de salud, pero además de la parte académica no me sentía con derecho a pedir nada.

Evelin, me ofreció de si misma y de su familia todo cuanto pudiera ayudar, desde su hombro para apoyarme hasta sus manos para hacer realidad esa loca idea de un trasplante para Gabo.

Al poco rato volvió a timbrar el teléfono, era Irene y Fabricio(+) igualmente papás de una compañera del colegio.

Esta vez, esa conversación demarcó tanto deseo de acción por parte de ellos, que gracias al cielo no me dejaron opción alguna a decir «no gracias» o a no hacer nada.

A ellos les asombraba que a esas alturas no hubiese integrado a los padres de familia y el colegio en mi cruzada y estoy segura que se dieron cuenta de mi incapacidad total en ese momento de tomar acción en ello.

Enseguida propusieron una serie de ideas que me parecían locas, imposibles y en el fondo siento que me causaban una suerte de vergüenza (porque entonces pedir, era deshonroso para mí).

Tengan en cuenta que a esas alturas recién empezaba ese largo e interminable trayecto de diferenciar y combatir los valores, pre juicios y paradigmas que traía conmigo en la sangre, a través de la memoria genética o simplemente insertados, grabados y aceptados por mi desde la niñez.

Por lo menos ya era capaz de discernir que mi actitud de ostra no me llevaría a nada y nada era que mi hijo terminará en diálisis, lo más probable sin un trasplante y con sus días contados.

Les parecerá absurdo de mi parte, pero mi hijo llevaba cerca de 6 años en su escuelita, con esos niños dejo los pañales, con ellos compartió sus cumpleaños, nosotros sus padres presenciamos una tras otra presentación, días de la familia, navidad etc, y no había hecho nunca el menor esfuerzo por conocer a sus padres.

En mi cabeza tenía una fea y absurda idea; socializar era algo igual a buscar desesperadamente atención, era siempre inoportuno, un desperdicio de tiempo y por demás de mal gusto.

Yo estaba cómoda, siempre y cuando me sumiera en la soberbia de creerme mejor que todos, al punto de no necesitar de nadie para vivir.

Esta, amigos es otra gran lección que la vida me dio. Me creía tan intelectual, tan inteligente, tan capaz, tan arriba de los mundanos «que no entienden» «que no son» «que no saben» y lo único que me faltaba era valor para reconocer mi absoluta falta de autoestima, mis debilidades y falencias frente a la sencillez de una mano extendida y solidaria.

Hoy podría incluso relacionarme a un diagnostico, este incluiría serios problemas de ansiedad y evasión al momento de establecer relaciones interpersonales.

No es que sufra de prosopagnosia (ceguera de los rostros) pero si me cuesta infinitamente asociar una cara con un nombre, peor aun posterior a ello recordar el nombre o la cara, me pongo muy nerviosa, todo por evadir acercarme a saludar si vuelvo a ver a esta persona y me cuesta un mundo hacer una llamada, prefiero los textos.

De alguna manera reducía la interacción a cumplir protocolos de saludo, despedida y muy debes en cuando preguntas neutras y eso cuando alguien me identificaba y procuraba acercarse.

Esa básicamente fue la razón por la que me sentía imposibilitada para pedir ayuda y por la que me asombraba y sobrecogía la actitud de estos padres de familia que no había tratado nunca antes y sin embargo ellos venían a mi ofreciendo su mano.

Mil veces agradeceré al cielo su decidida llegada a nuestras vidas. Gracias amigos porque no solo nos ayudaron con la causa de Gabriel, me dieron la pista perfecta para trabajar en esa tan fea y absurda actitud que me mantenía estancada.

Obvio que mucho de lo misántropa sigue en mí, ya no esta el disfraz de la soberbia, eso si, persisto en mi lucha constante por no evadir ese bellísimo y necesario ejercicio de socializar.

Estos amigos removieron todo a nuestro alrededor, ellos seguramente pensaban que lo hacían con el fin de sumar dinero a la causa, y ya ven removieron mucho más.

Para el efecto de obtener fondos crearon una rifa, misas, hornado y una muy controversial recolección de dinero a través de unas bonitas alcancías que entregaron a algunos niños del colegio con el fin de que en sus barrios y conjuntos residenciales obtengan colaboraciones.

Ya se imaginarán como saltaron las autoridades del colegio y uno que otro padre de familia que por una u otra razón le pareció mal está cruzada de las alcancías.

Por aquel impase hoy aflora una media sonrisa en mi rostro, pienso en mis amigos, su intención era perfecta y sana, el mundo en el que vivimos ya no lo es, ciertamente los niños no tienen seguridad alguna al momento de tocar una puerta así sea la de sus vecinos y los adultos ya no creemos en nadie que te estire un cepito por cualquier causa.

De ahí en adelante comprendí que las personas no piden por vagas, no quieren estafarte, no piden por molestarte o causarte algún tipo de culpa, lo hacen porque hay una historia detrás de la humildad, y que estirar las manos tambien requiere valor.

Hoy cuando veo una alcancía o alguien pidiendo ayuda para una causa, trato siempre de poner una cuota, así sea mínima, por experiencia les digo que ese centavo cuenta, y cuenta mucho más que no juzgues, el aporte que entregas viene de tu buena intención, si alguien no lo utiliza para bien, entonces ya será su problema y no el tuyo .

Y así como cuenta la ayuda económica cuentan tanto o más las que se dan en especie, en tiempo, así lo hicieron las mejores amigas que pude haberme encontrado en un ambiente laboral y en aquel momento de mi vida, pese al extenuante nivel de trabajo que teníamos a diario: Maritza, Anita, Criss y Geovy, fueron el mejor equipo de contención en crisis que alguien puede tener.

Me apoyaron, incentivaron y también organizaron una rifa, me sentí muy triste cuando llego el momento de renunciar a mi puesto, apenas empezaba a comprender la importancia de mi trabajo y como llevarlo a cabo cuando necesité poner el cien por ciento de atención en mi hijo, cada día se deterioraba más, muy rápido, más del tiempo que estimaban sus médicos y de lo que yo había leído sobre el tema.

No había día, ni noche en que no me encontrara leyendo sobre la función renal, la glomerulonefritis focal segmentaría, como interpretar los exámenes que casi cada semana practicábamos al niño, la medicación y sus efectos, todo cuanto tuviese que ver con su condición, incluso la parte energética, emocional y sensitiva.

No quería reemplazar al médico, quería entender que estaba pasando con mi hijo, claramente mi intuición decía que no lo habíamos hecho bien, que no estábamos haciéndolo bien, más lo confirmaba siempre que leía, buscaba información confiable, eso me llevaba a buscar a un más información, entonces con esa información confrontaba a su médico y este negaba o evadía darme respuestas o me hablaba desde su enorme experiencia y gran conocimiento médico, pero yo, no lograba quedar satisfecha.

Siempre me cuestioné porque apenas el médico detérmino la enfermedad de Gabriel no nos condujo por un trasplante renal temprano, que es lo que suelen hacer en el extranjero, también esta el sistema, pues estoy segura que en ese tiempo en mi país cosas como esta eran difíciles, lentas por decirlo menos y no iban con la necesidad o la rápida evolución de la enfermedad, no había como agilitar o facilitar el acceso a estas operaciones.

De hecho en ese tiempo el mayor interés y a lo que te empujaba el protocolo dentro del instituto era a la diálisis, incluso realicé el curso para saber como practicar en casa la diálisis peritoneal, porque no les interesaba hacer un trasplante, no sin antes llegar a la diálisis, pero no era solo el instituto, su médico privado también estaba de acuerdo.

Un claro ejemplo de lo que les digo es que todos sus médicos privados y del instituto aseguraban que con su enfermedad de base: glomerulonefritis focal segmentaría, el trasplante era un último recurso, porque una vez trasplantado y solo si todo se prestaba para que salga bien, el nuevo riñón volvería a presentar la enfermedad como máximo en un año, siendo así, que mi esposo quisiera darle su riñón era un desperdicio, además de dejarme claro que «mi pobre esposo al quedarse sin un riñón perdería su salud en vano»

Confiar plenamente en un sistema o en un médico cuando contrastas lo que hacen en el resto del mundo con lo que hacen con tu hijo aquí, es casi imposible, hay cierto conformismo y actitud competitiva entre nuestros especialistas (no trabajan en equipo).

Para empezar en ese entonces aún no llegaban especialistas pediátricos, es decir, un nefrólogo pediatra, un gastroenterólogo pediatra etc, la mayoría se dedicaba a los niños por que así lo escogieron y tenían ya cierta cantidad de años practicando.

Segundo, se confiaban, mucho de lo que sabían y no se daban chance a investigar o probar nuevos métodos, si les funciono una vez y hace veinte años seguirían aplicando el mismo método sea cual sea el caso.

Por suerte hoy he podido probar que hay una nueva ola de médicos pediatras especializados, con conocimientos frescos y que estoy segura les costo mucho ingresar al sistema porque los demás colegas los creían innecesarios o cosas por el estilo.

Lo bueno es que ahora los hay, pero el engranaje es tan grande y pesado que es más probable que terminen siendo parte de este anticuado sistema con todos sus vicios a que logren cambiarlo con sus nuevos bríos e ideas.

Por esa razón otra idea loca giraba dentro de mi cabeza y era salir, llevar a mi hijo hasta uno de esos hospitales donde tenían los últimos conocimientos y la última tecnología.

Ya no recuerdo si fueron mis amigos o en alguna de mis largas lecturas que escuche o leí la frase de Leopoldo Fernandez Pluas y es también el título de su libro: «Apunta a las estrellas y llegarás a la Luna»

Eso me dio la idea que bebía permitirme o darme el lujo de soñar o pensar que podía cruzar el charco para pedir una segunda opinión o un trasplante.

Para mí, esas estrellas estaban en España, EEUU y en última, pero última instancia Chile.

Resulta que tengo un primo hermano que es médico, crecí con él en este país pero hace mucho tiempo ya volvió a Chile, en algunas ocaciones me dijo específicamente que viajara a su país, el cual finalmente también es mi país por derecho en mi línea materna, me recomendó médicos y hospitales para revisar y programar el tratamiento de Gabriel, insistía que existían excelentes especialistas y que hasta hacían trasplante múltiple órganos con muchísimo éxito.

Lamentablemente yo tenía trabas al respecto, pues desde que tenía uso de razón vi y contuve a mi madre cuando sufría a razón de la obligada lejanía de su patria, hay una gran historia detrás de esto, algún momento la abordaré, pero por ahora me basta que concuerden conmigo sobre que mi última opción era regresar al lugar de donde provino tanto dolor.

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Tenía escogido dos hospitales considerados como los mejores del mundo en nefrología pediátrica, intente contactar vía e-mail con el hospital en España, el cual sería mi estrella, pero pasaban los días y no recibía respuesta, sin embargo desde el Boston Children´s Hospital en EEUU me respondieron de inmediato.

De hecho esperaba que fuera España a razón del idioma, pero esto era el resultado de haber apuntado a las estrellas, debía ser una señal o un camino a seguir que debía tomar.

No fueron complicados los primeros contactos pues mi esposo escribía y hablaba por teléfono en inglés, pero para el momento de enviar el historial médico si necesitamos ayuda. Era una gran cantidad de hojas que transcribir y ya con términos médicos.

Julio encontró por internet un señor que se dedicaba a esta labor y acordaron el precio, no recuerdo si por cantidad de palabras o página, el hecho es que resultaba muy costoso, pero teníamos para depositar una pequeña cantidad como adelanto.

Si aún no creen que todo en nuestro camino se iba dando con una facilidad increíble, apunten este detalle, además de las tarjetas de crédito, las personas precisas en el momento preciso. Al momento que aquel hombre le entrego la traducción a Julio le dijo:

«Aquí esta el trabajo, la deuda esta saldada y le deseo lo mejor para su hijo y su familia, que les vaya muy bien en EEUU»

Yo creo que ese hombre al igual que todos quienes renunciaron a algo a favor de nosotros en ese entonces, no lo hicieron para nosotros, lo hicieron para Jesús, practicaron el verdadero cristianismo, hicieron aquello que la biblia resume y para mi familia fueron ángeles o el mismo Dios obrando en ellos como instrumentos para hacer el bien.

Desde el momento que me respondieron del hospital, también iniciamos una serie de preguntas sobre ¿De dónde sacaríamos dinero para pagar pasajes, estadías, las consultas y los exámenes médicos allá?

Era un viaje que sumaba cerca de $5000 y no contábamos con más que deudas.

Vendimos nuestro auto el cual ya tenía cerca del 45% de las letras pagadas y pusimos en venta la casa, muchos se asombraban sobre ese hecho y decían:

¿Cómo vas a vender tu auto? ¿Cómo vas a vender tu casa? ¡Que loca! ¿Cómo vas a entregar tus muebles?

Y yo respondía: ¡Pero si solo es un Spark (un auto muy pequeñito y barato) ¡No podré seguir pagando la hipoteca de la casa! ¡Es la única forma que encuentro como pagar a mis padres por prestarme sus tarjetas de crédito!

Lo cierto es que en ese entonces las respuestas que daba y lo que hacía era más un impulso inexplicable, como un fuego ardiente en mi voluntad y mi pecho que me obligaba hacer algo, cualquier cosa pero tenía que hacer algo y en ese hacer desprenderme de lo material era imprescindible.

Definitivamente hoy respondería: ¡Claro que vendo el auto, a quien movilizo en él, si mi hijo ya no esta! ¡Claro que vendo la casa, a quién cobijaré bajo su techo sin mi hijo! y ¡Claro que entrego mis muebles, pues quien quiere muebles, si mi hijo ya no está!

No se en realidad porque en ese entonces me esforzaba en explicar razones que complacieran a los demás, si bastaba algo de empatía para comprender.

Como era el tiempo de las ideas locas y ya estaba embarcada en un viaje a Boston, otro impulso desquiciado vino a mí.

Mi niño nació amando los dinosaurios, su cuarto era muy parecido a una ecósfera del Cretácico, desfilaban toda especie de dinosaurios y su Dvd tenía constantemente reproduciendo la película Parque Jurásico, la veía desde los 2 años sin parar y sin asustarse. Le producían una emoción que nunca entendí hasta cuando planeamos este viaje.

Su asociación inmediata cuando le dijimos que viajaríamos al país del norte fue:

– ¡Veremos a los dinosaurios! Tienen uno gigante que parece que te va a comer, también están los pequeños velociraptors que salen de sus huevos, y la puerta gigante…

A principio intente negar sus afirmaciones diciéndole:

– No…mi amor vamos mucho más al norte, en otro estado a un hospital.

Y al ver que su cara empezaba a descomponerse intenté con otras cosas como:

– Pero ahí esta un museo hermoso que tiene las huellas y los esqueletos gigantes de los dinosaurios que te gustan.

La verdad, parecía que empeoraba las cosas y terminé la conversación, escribí de inmediato a Julio:

«Creo que sí vamos a invertir en un viaje tan caro y lejano, vamos a sacar las visas etc, valdría la pena pasar de regreso por Orlando y Disney de una vez, los vuelos internos son más baratos, y sinceramente nuestro hijo se lo merece, pase lo que pase… Prefiero quedarme completamente endeudada pero ¡Gabriel esta vivo hoy!»

Su respuesta inmediata fue:

– Estaba pensando en lo mismo, ¡vamos!

Inmediatamente presentamos los papeles para la visa, en la entrevista presentamos la carta de invitación del hospital y todos los papeles que normalmente solicitan, el hombre que nos entrevistó hizo dos preguntas:

– ¿Porque viajan todos y no solo un padre con el niño?

Julio respondió:

– El mismo hospital prefiere que la familia viaje junta y esperamos poder vacacionar en Orlando.

Anoto, exploró un momento más su computador y volvió a preguntar:

– ¿Tienen muchas deudas con que van pagar el hospital y las vacaciones, tu sueldo no cubre todo?

Julio volvió a tomar la palabra:

– Con tarjetas de crédito

Desde atrás me sume con voz firme: «Y la tarjeta de crédito de mis padres»

Esbozo una sonrisa de solo pensarlo, pero finalmente nos dieron las visas, llegamos a la casa y prendí el computador.

Hice todo por intenet, arme un viaje de ensueño con todo cubierto, compré pasajes, estadías, alimentación, entradas y movilización con las tarjetas, excepto en Bostón pues el hotel quedaba a unos pasos del hospital y tenía un patio de comida tras este.

No logramos vender nuestra casa sino hasta 3 años después, pero juntamos cerca de $1500 con todo lo demás. Y tal como sucedió antes, llegaron nuevos métodos de endeudamiento, sin solicitarlas, las mismas tarjetas que años atrás llenábamos formularios para pedirlas y nos eran negadas, nos llegaron en una llamada.

Llego el día de partir a esa aventura y empujar a Gabo fue mucho menos difícil que antes, su ánimo se elevaba solo de pensar que vería dinosaurios. Disfrutamos hasta las escalas, porque todo era nuevo, diferente, grande, tecnológico etc.

Lo único que fallo fue que mientras estuviésemos en Boston debimos comer solo una o dos veces al día como máximo y procurar no gastar efectivo, una tarjeta nos traicionó en esos momentos y debimos apretarnos para lograr nuestros objetivos.

Sobre el hospital, todo fue fantástico, todo nos asombraba, desde el ambiente y la construcción que era amigable, diseñada para niños y sus familias, hasta que pese a no entendernos muy bien por las diferencias del idioma con los profesionales eran amables y las enfermeras se conmovían por mi hijo y lo trataban con cariño.

Gabo intento hacer un berrinche para que no le saquen sangre sin embargo la paciencia de la profesional que lo atendía lo convenció e inmediatamente amo ese lugar, hasta el método y las agujas que utilizaron eran diferentes.

Ya con el Nefrólogo Pediatra, Maestro en la universidad de Harvard y quien dirigía una reciente investigación sobre glomerulonefritis en niños nos dio algunas noticias, entre ellas que:

– Habíamos llegado muy tarde para una segunda opinión porque en sus manos ya no estaba realizar ningún tratamiento excepto un trasplante.

– Nos quedaba muy poco para realizar ese trasplante entre tres y seis meses como mucho antes de que necesitase diálisis y debíamos procurar no realizarle este procedimiento porque entonces el estado de salud del niño se deterioraría y el trasplante sería menos efectivo.

– Que en un principio cuando detectaron la enfermedad se pudo realizar tres opciones de tratamiento para alargar la vida de su riñón hasta conseguir un donante pero en principio se debió programar el trasplante.

– El tratamiento recibido por Gabriel durante más de un año, no se da por más de tres semanas, si se prueba que no es efectivo se retira y se prueba otro, que este produjo un deterioro innecesario en su salud, incluido el síndrome de cushing.

– Por último, no era verdad que después del trasplante presentaría la enfermedad, que era un riesgo que ellos disminuían sustancialmente con otros tratamientos que hacían antes y o después del trasplante, que obviamente no parecían realizar o saber de ellos aquí en el país.

Finalmente, nos recetó algunos cambios en la medicación y otros datos para mantener su salud hasta conseguir el trasplante.

En eso también llamo una mujer que hablaba español y estaba al tanto de como iniciar el procedimiento para trasplantes, también aprovecho de darnos una esperanza y un consejo más.

En mi interior después de ver aquel hospital y el profesionalismo con que hacían todo, más confirmar todo lo que había leído, yo quería que mi hijo tuviera eso.

Nos miró a los ojos y nos dijo:

«Ustedes tienen opciones, si este hospital como España son muy caros para ustedes ¿Porque no van a Chile? Tengo muy buenas referencias de lo que hacen allá, de hecho tengo algunos profesionales Chilenos especializandose aquí en este hospital, se podría decir que hacen cosas muy parecidas a lo que hacemos aquí.

Pero eso si debo advertirles que donde decidan ir, finalmente deben presupuestar para ir juntos, los cuatro, porque nada ayuda más a un paciente a recuperarse, que tener a toda su familia desde el momento que abre sus ojos después de salir del quirófano, en ese tema aquí lo promovemos y damos todas las facilidades, donde vayan exijanlo también.

Hemos probado repetidamente y hay estudios que muestran que la evolución de los trasplantes es definitivamente mejor con la familia muy cerca, el venir solo uno de los padres afecta tanto el estado emocional del padre como el del niño, tiende a producirse rechazo renal y otros problemas que afectan la evolución post trasplante.

Además el trabajo de cuidar al niño después del trasplante es agotador para un solo padre, necesitaran ayuda»

Cuando salimos del consultorio no sabíamos que sentir, era una mezcla de tristeza, alegría, angustia, esperanza. Bajamos directamente a las oficinas para contactar con la fundación y ver nuestras posibilidades de pago.

Resumiendo, entre sortear los permisos para permanecer en el país y el hecho de que alguno de los dos trabaje para mantenernos, comprar la medicación que debía consumir constantemente etc, estaba la montaña más grande que escalar, el costo del trasplante era de $650.000 como base, con ayuda de la fundación esa cifra se reduciría a $350.000.

Contrario a lo que piensan, salimos contentos del hospital, ahora todo estaba claro, no había incertidumbre sobre su tratamiento, ya teníamos una cifra y una meta muy clara, llegando a Ecuador tendríamos muchísimo trabajo que hacer y no estábamos solos.

Nuestra Luna fue maravillosa, exploramos el parque, un museo y Legoland, también un amable taxista no nos cobro por una larga carrera e intento darnos una serie de ideas y consejos para conseguir quedarnos en su país y operar al niño en él.

La misión estaba cumplida, ahora debíamos viajar a Florida, realmente parecía que íbamos de vacaciones, no pensábamos cuan enfermo estaba Gabo, sus ojos brillaban junto a los de su hermana pensando todo lo que conocerían, con decirles que durante estos largos viajes en ningún vuelo o aeropuerto vomitó, bueno en parte porque casi ya no comía nada, pero íbamos seguros que llegamos a las estrellas, definitivamente habíamos llegado a las estrellas y procuraría seguir allí.

Solo nos preguntábamos ¿Como lo haríamos?

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